Mona Achache comenta el filme El encanto del erizo

«Le Hérisson»

Por Mona Achache *

Mona Achache

La historia de un insólito encuentro en un inmueble burgués de París entre Renée, una portera discreta, arisca y solitaria; Paloma, una niña muy inteligente con un plan secreto, y Kakuro Ozu, un rico y enigmático japonés, me emocionó por lo absurdo de los prejuicios, la magia de los encuentros improbables… Además, ese edificio, pero en más burgués, me recordó a aquel en el que me crié. De pequeña, me fascinaba la superposición de vidas tan distintas, debido al azar. Pero el punto de partida fueron, sobre todo, Paloma y Renée, con las que me identifico por completo. Esta mujer huraña que se metamorfosea al encontrar a alguien que la entiende… y esta niña retraída, seria y llena de certezas, que, al conocer a Renée y a Kakuro, comprende que la vida es mucho más compleja y sorprendente de lo que ella creía.

Es una historia con todos los ingredientes de un cuento de hadas, y yo he intentado rodarla en este sentido. Renée es Cenicienta; Paloma, el hada, y Kakuro, el príncipe. La historia de amor entre Kakuro y Renée tiene algo de encanto anticuado: el regalo, la invitación, el restaurante, el paseo por la calle… Cuando Renée recibe el chal que le ofrece Kakuro, se siente tan emocionada como una adolescente ante su primera cita. Estos tres personajes son realistas, pero al mismo tiempo pasados de moda, intemporales y fuera de lo
común. Yo me propuse crear en torno a ellos un universo que estuviera en consonancia con ellos.

No quería nada de lujo deslumbrante, con dorados y mucho mármol, sino una atmósfera más enigmática, más sombría, más agobiante y pasada de moda. La historia tenía que concentrarse en el edificio, como en una inmensa pecera, pero al situar la película en un contexto realista quise deslizar en EL ERIZO elementos oníricos, fantásticos y poéticos.

Algunos libros son más literarios que otros, y La elegancia del erizo lo es, y mucho. La apuesta de la adaptación era, por tanto, hacer cinematográfico lo que era literario. En el libro, Paloma escribe un diario; en la película, filma y dibuja, porque yo no quería recurrir en exceso a una voz en off clásica. La cámara de Paloma tenía que ser el soporte de esa voz. Para Renée, destaqué el mutismo del personaje, quise que se sobrentendiera su delicadeza, más que hacerla audible. La película, al igual que el libro, es una permanente alternancia entre el punto de vista de Paloma y el de Renée. Había que encontrar un equilibrio, sin destacar a ningún personaje por encima del otro.

En el libro, Paloma escribe su diario con gran seriedad, con un estilo   sorprendente para una niña de su edad, así que por eso mismo quise que filmara también con seriedad. Hoy en día, todo el mundo puede filmar, utilizando los soportes más diversos y estrafalarios. Yo quería que Paloma tuviera una cámara antigua, que tuviera que mirar por el visor y que no tuviera que hacer encuadres por azar en una pantalla de vídeo a distancia. Es una niña con una inteligencia excepcional y yo quería que se la descubriera también a través de su forma de filmar y de dibujar, que su imaginario fuera visual más que literario.

Desde el primer momento, antes incluso de escribir el guion, pensé en Josiane Balasko para el papel de Renée, porque la idea de trabajar en el descubrimiento de una feminidad perdida con una actriz como ella era una perspectiva que me atraía mucho. Renée es una persona que disimula una sensibilidad y una delicadeza muy especiales tras los estereotipos de su tarea de portera. Se refugia en la soledad porque teme la mirada y el juicio de los demás, pero, a fuerza de disimular y no ser mirada, termina por olvidarse de sí misma: ha renunciado a su feminidad y sofocado su instinto maternal. A medida que avanza la historia, gracias al apoyo de Paloma y Kakuro, irá recuperando el placer de relacionarse con los demás y por lo tanto con ella misma.

Josiane Balasko leyó el guion y comentó muchas de sus facetas y no sólo acerca de su personaje… Creo que fue nuestra entrevista lo que la decidió. Para un primer largometraje de una directora joven, era normal que nos conociéramos antes de que ella se decidiera.

Su aportación al personaje fue muy enriquecedora. Cuanto más veo la película, más me fascina su interpretación: ella hace que su cita con Kakuro sea creíble y nunca remilgada; emocionante pero sin énfasis. Josiane es un verdadero regalo para un director, mucho más para una primera película. No sólo enriqueció su personaje, sino que su presencia, su confianza y su entusiasmo me apoyaron durante todo el rodaje. Para reflejar el cambio, la metamorfosis que se produce en Renée queríamos la mayor simplicidad, y de hecho cuando sale de la peluquería no va más maquillada que al entrar, para resaltar que esa transformación procede de su interior, de su expresión, de su forma de dejarse ir, es una metamorfosis que surge básicamente de la labor interpretativa de Josiane.

Para el papel de Paloma, la directora de reparto me mostró a más de doscientas niñas en vídeo, pero cuando vi a Garance supe instintivamente que era ella y no seguí buscando. Le pedí que se cortara el pelo, que se lo rizara y que llevara gafas, y ahora me doy cuenta de que Garance/Paloma se me parece mucho… Retrospectivamente, me doy cuenta de hasta qué punto me he identificado con esta niña…

En cuanto a Togo Igawa, después de mi primera reunión con él en Londres, viajé a Japón para ver a otros cinco actores, pero con él me pasó lo mismo que con Garance. ¡Se parecía tanto al Kakuro que imaginé cuando escribía el guion! Como habla inglés, pudimos entendernos sin intermediarios, pero tuvo que memorizar fonéticamente todas las frases del guion, lo que fue para él un gran esfuerzo. Su personaje, el señor Ozu, no se detiene ante las apariencias y advierte en Renée una delicadeza interior que atrae su curiosidad y desea descubrir a esta mujer por la que nadie se ha interesado nunca y con la que comparte gustos y aficiones. Ella le intriga, y poco importa su tarea o su apariencia física.

Para el papel de Manuela, yo buscaba a una actriz que formara una pareja original con Josiane, y Ariane Ascaride se impuso con mucha rapidez: me gustaba la idea de reunir a esas dos grandes actrices.

Anne Brochet, una actriz que me fascinaba desde su interpretación de Roxane en el Cyrano [con Gérard Depardieu, dirigida por Jean-Paul Rappeneau, 1990], me parecía ideal para el papel de madre burguesa neurótica un poco lunática. También desde el primer momento pensé en Wladimir Yordanoff para el papel de padre, al que aporta la elegancia y el carisma que yo quería que tuviera el personaje de Paul.

En el libro hay una breve referencia a que la gente aspira a perseguir las   estrellas pero termina como los peces de colores en una pecera y quise explorar esa metáfora visualmente. Puse al pez rojo en la cocina y poco a poco se convirtió en un personaje importante. Luego me dije que esa niña, con sus planes secretos y su teoría de la pecera debía hacer alguna cosa con el pez, pasar a la acción y evitarle sufrir… Piensa que lo ha matado al darle una píldora y lo tira por el baño, pero finalmente reaparece en casa de Renée. Como en la historia Renée devuelve a Paloma las ganas de vivir, me gustaba la idea del pececillo que muere en casa de la una y resucita en la casa de la otra.

(*): «El erizo» es la opera prima de la antes cortometrajista francesa Mona Achache, y se basa libremente en el «bestseller» «La elegancia del erizo», de Muriel Barbery. Este viernes próximo se estrena comercialmente en España después de haberse presentado con positivos comentarios en la Seminci de Valladolid./

© Alta Films-abc guionistas

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