Tomado de El País
La hipnosis que provoca esa mujer desnuda que se levanta de una cama compartida con un macho desconcertado y mira con expresión ausente a través de la ventana no proviene de la lógica sensualidad que emana ese cuerpo (su dueña es Charlize Theron) sino del océano de sufrimiento interno, las heridas sin cicatrizar y el misterio que evidencian esos ojos muertos, la indiferencia ante los paseantes que contemplan su aparente exhibicionismo, su implacable despedida al amante que parece tan bien follado como escasamente necesitado. Edward Hopper podría haber pintado la soledad de esa mujer. Pero no estamos ante un cuadro describiendo la desolación. La zombi se pone en movimiento, intenta sobrevivir, se autoflagela, hace impecablemente su trabajo, está a disposición de cualquiera que se limite a desearla.
Es el sugestivo arranque de otro retrato del dolor, de sucesivas inmersiones en el pasado y en el presente de gente a la deriva que podrían resultar un embarullado puzzle emocional, pero que en manos de su siempre identificable guionista acaban encontrando pleno sentido, explicándonos con luminosidad las raíces y el desarrollo de traumas que marcan la existencia. Estamos en el territorio sentimental, la compulsión, las sensaciones en carne viva y la genuina forma narrativa de Guillermo Arriaga, el hombre que firmaba los guiones de tres películas extraordinarias y complejas, repletas de sensibilidad y de violencia, fatalismo y esperanza, pérdidas y desolación, redenciones posibles o imposibles, personas atrapadas inevitablemente o por azar en situaciones volcánicas que se titulan “Amores perros”, “21 gramos” y “Babel”. A ese universo ajeno, le aplicó su potente lenguaje visual, el tono que le correspondía el director Alejandro González Iñárritu. La combinación de ambos talentos ha sido venturosa para el cine…
Arriaga se ha atrevido a dirigir a sus criaturas literarias, a asumir el control absoluto sobre sus historias, a ponerle rostro y movimiento a los personajes que ha parido su imaginación. Y lo hace con estilo y credibilidad. Narrando simultáneamente tres historias en las que vas descubriendo progresivamente su atormentada relación, en distintos tiempos y escenarios. ¿Y
de qué hablan? De pasiones de destino incierto y de cómo pueden afectar a los seres cercanos, del sentimiento de culpa, de familias rotas, de la muerte accidental o provocada, del horror y la desesperada obligatoriedad de perdonarse a uno mismo o a los demás, de la última oportunidad cuando todo son tinieblas, de los fantasmas intolerablemente reales, de la huida, del reencuentro.
Fuente:
http://www.elpais.com/articulo/cine/soledad/culpa/elpepucul/20090313elpepicin_5/Tes