Fuente: «El Pais»
De las variadas amantes de Benito Mussolini, anteriores o paralelas a su matrimonio con Rachele Guidi, Ida Dalser es la menos conocida tanto histórica como cinematográficamente, pero quizá la más importante para el legado posterior. La actriz Clara Pettaci, a la que interpretó Claudia Cardinale en la película de 1985 Claretta, pasó a la posteridad por ser fusilada por los partisanos junto al Duce el 28 de abril de 1945.
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La periodista y escritora Marguerita Sarfatti, a la que interpretó Susan Sarandon en la magnífica Abajo el telón, llegó a intentar vender la imagen de Mussolini entre los estadounidenses, con la mediación de W. R. Hearst. Sin embargo, poco se sabe de Dalser, salvo que incluso pudo llegar a casarse en 1915 con el político italiano, entonces recién expulsado del Partido Socialista, y engendrar un hijo del futuro dictador. Marco Bellocchio, conciencia de la política y la historia de Italia a través de sus películas, propone en la mastodóntica, fascinante, desequilibrada, hiperbólica e interesantísima Vincere un recuerdo de la figura de Dalser que, al mismo tiempo, funciona como retrato convergente del Duce, al que aborda desde la ficción, pero también desde el documental.
Desde su impresionante debut en 1965 con Las manos en los bolsillos, golpe bajo a la decadente burguesía, Bellocchio ha asaltado desde una mirada político-social de izquierdas los más variados tabúes reinantes en la sociedad italiana, entre ellos el de la fe católica en la apasionante La sonrisa de mi madre, o el siempre conflictivo asesinato de Aldo Moro por parte de las Brigadas Rojas, registrado con brutal sequedad en Buenos días, noche. En Vincere decide acercarse a la relación entre Mussolini y Dalser con esa grandilocuencia característica de películas fallidas de su filmografía como La marcha triunfal o El príncipe de Homburg. Utilizando una insistente banda sonora casi nunca cercana a la melodía y enfatizando cada una de las acciones a través de recursos de puesta en escena quizá algo añejos, Bellocchio construye una película cercana a lo operístico.
Sin embargo, en una decisión tan arriesgada como narrativamente demoledora, resuelve fundir ficción y documental con un golpe de mano de autor prodigioso. Así, mientras en la mitad inicial de la película había utilizado a un actor para interpretar al joven Mussolini, aún abrazado a las ideas socialistas y tan rotundo en sus discursos como en la cama, llegada la hora del abandono de la amante y de su hijo por lo que poco a poco se iría convirtiendo en el Duce, Bellocchio se lanza a mostrar al dictador italiano únicamente con imágenes de archivo de sus discursos. De modo que frente a la ausencia física del amante y padre, frente a la degradación de la mujer que lucha por su pasado y por el futuro de su hijo, se impone la descomunal presencia de un fantoche encantado de conocerse que provoca los aullidos de la plebe con gesticulación de moderna estrella del rock. Y esas imágenes, lamentablemente históricas, provocan más pavor que cualquier película.
Ayer fui a ver esta pelicula.
Realmente imprecionante. Hace mucho tiempo que no disfrutaba de un film de esta calidad.