Por Gabriela García (La Nación Domingo)
Dicen que los peces no tienen memoria. Que sus recuerdos sólo duran tres segundos. Si la cuarta película de Matías Bize está repleta de estas criaturas multicolores puede que el amor esté condenado al fracaso.
Turistas, silenciosos, frágiles, fugaces. La soledad arde en medio de la multitud. Los cetáceos no olvidan las caras de sus depredadores. Los humanos tampoco.