Con su primera película codirigida junto a Silvio Caiozzi, «A la sombra del sol» (1974), «no hubo ninguna posibilidad de cerrar el círculo, teníamos la cabeza en otra parte», dice el cineasta chileno Pablo Perelman. Con su segundo trabajo, «Imagen latente» (1987): «la reacción fue más hacia el tema que a la película, pero esa era la idea por los tiempos que se vivían». Y de su tercera cinta «Archipiélago» (1992), dice que fue un proyecto «absolutamente experimental». Por eso, con su cuarto largometraje como guionista y director, «La lección de pintura» -que se estrena dos décadas después de su anterior film-, por primera vez en su carrera siente que «es una película que la aprecia cualquier tipo de gente».
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Así ha sido en los festivales donde se ha presentado. Estrenada en el Festival de Cine de Guadalajara, recibió buenas críticas, donde la calificaban de «hermosa, comprometida y tierna» y como «una de las más elaboradas historias del cine chileno actual». En el Festival de Cine de Gramado en Brasil, recibió el premio a la Mejor Película por parte de los estudiantes de cine. Hasta en la India, donde participó en el XVI Festival Internacional de Cine de Kerala, agotó sus funciones y quedaron cientos de personas afuera de la sala. «Nunca pensé que en un país como India iba a pasar algo así. Y menos ganar el Premio del Público, me quería nacionalizar indio», dice bromeando Perelman.
Coproducida entre México, España y Chile, «La lección de pintura» está basada en una novela del escritor y pintor chileno Adolfo Couve (1940 – 1998), y cuenta en sus roles protagónicos con el mexicano-español Daniel Giménez Cacho («Profundo carmesí», «La mala educación») y la española tres veces nominada al Goya, Verónica Sánchez. Junto a ellos actúan los chilenos Juan José Susacasa, Catalina Saavedra, Edgardo Bruna, Carmina Riego, Teresa Hales, Roxana Campos y Carmen Gloria Bresky.
Perelman cuenta que tras varios proyectos que fueron quedando en el camino, hace unos cinco años se topó con la novela de Couve: «Se me produjo una suerte de revelación. Vi la luz», dice sonriendo. «En verdad me encantó, era exactamente lo que yo le pediría a una idea literaria para adaptarla al cine. La idea ya estaba, la forma y la actitud estaban. Se juntaba con mis inquietudes, con mis temas, con mis búsquedas».
La película cuenta la historia de Aguiar (Giménez Cacho), el boticario del pueblo, un hombre sensible que tiene la obsesión mas no el talento, de ser pintor. Cuando se le ofrece de ayudante Elvira (Verónica Sánchez), una joven madre soltera, su vida cambiará para siempre. Su pequeño hijo Augusto (impresionante el niño Juan José Susacasa) demuestra un increíble don para la pintura, por lo que Aguiar sentirá la necesidad y la obligación de fomentar y guiar su genio. A pesar de los comentarios de la gente del pueblo y con el apoyo de sus amigos, el protagonista sigue adelante en su tarea. Paralelamente, su historia se va entrecruzando con los cambios políticos ocurridos en Chile con la llegada a la presidencia de Salvador Allende. Las diferencias entre los habitantes del lugar se va polarizando con los conflictos entre campesinos y terratenientes, llegando a transformarse en violencia.
Interesado solo en la posibilidad de que el genio de Augusto llegue a todo el mundo, y que en Santiago, las autoridades del Museo de Bellas Artes conozcan su precoz obra, los protagonistas no serán capaces de advertir como los acontecimientos políticos que se avecinan van a cambiar sus destinos. O como dice el realizador: «de cómo nos quitaron lo mejor que teníamos».
«Estoy muy contento con la película», dice Perelman. «Reconciliado con el proceso, a pesar de que fue durísimo. Pero es primera vez que me pasa, que cuando empecé a mostrarla, me llevé una tremenda sorpresa. Que la reacción de la gente fue sorprendente. Yo tengo tendencia a ser muy autocrítico, no puedo negar que estaba nervioso. Pero la película funciona muy bien con el público».
Fuente: ABCGuionistas