María Luisa Bombal, la abeja de fuego

Maria_Luisa_Bombal_CLAIMA20120117_0147_4Cambió la novela chilena y hoy una película intenta saldar la deuda de su olvido. La autora de “La amortajada” dijo alguna vez que ser escritora era sinónimo de sufrir y su vida se convirtió en el fiel reflejo de sus dichos.
Por Carolina Rojas
Fuente: Revista Ñ

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Fue una fascinación inexplicable. Dicen que la primera vez que María Luisa Bombal divisó a Eulogio Sánchez, algo la conmovió y tuvo la certeza de que ese hombre sería el gran amor de su vida. La encandilaban los hombres mayores y aquel amigo de la familia la esperaba junto a su madre y sus dos hermanas cuando regresó de Francia en el trasatlántico Reina del Pacífico. No tenían nada en común. Ella era una chica pálida, la más trágica de la carrera de literatura francesa en La Sorbona, y ávida escritora; él, un hombre casado, exitoso empresario e integrante de la milicia republicana, un movimiento de ultra derecha.

El romance siempre fue a penas: él, separado de hecho, la escondía, y ella se perdía entre sus ideas rumiantes. Tenían citas ocasionales con Eulogio, “¿amiga o amante?” se preguntaba, y María Luisa comenzó a trastabillar en medio de esa nebulosa que puede ser un amor cruel. En ese tiempo ya tenía fantasías sobre su muerte o la de Eulogio. Una noche, invitada a comer junto a su hermana Loreto y en la propia casa del miliciano, Bombal revuelve los cajones de las habitaciones y encuentra un arma. Se para frente a él, titubea y se dispara en el hombro derecho.

Tras ese incidente, viaja a Argentina intentando huir del final de su relación con Sánchez, le gusta Buenos Aires y su bohemia. Entre los intelectuales que visita conoce al pintor Jorge Larco, quien queda cautivado por su inteligencia. Él se convierte en su esposo… Fue un pacto, una unión piadosa.

El artista homosexual y ella, despechada, deciden sortear juntos la escasez de dinero y la soledad. Larco sigue con sus andanzas y ella quiere a su confidente, pero se siente atrapada en la mentira y todo termina mal. Sobrevive, como siempre, y escribe El árbol, artículos, guiones y vienen otros desamores. La mala suerte no le da tregua y se acerca el incidente, el punto de inflexión que quebró su carrera entre un antes y un después. La muerte en vida.

La deuda con Bombal

Ese claroscuro de la escritora fue lo que Marcelo Ferrari (Subterra), director de la película, quiso rescatar. La cinta, con estética de cine negro, plantea esa tensión permanente entre las páginas policiales y las de cultura en la que quedó situada la biografía de Bombal. Su autodestrucción y Eulogio Sánchez, son el contraste del brillo de la mujer que cambió la novela chilena. ¿Qué sucede a una amante obsesiva sin su objeto de deseo?, parece ser la pregunta y la extinción fue su respuesta.

Para Ferrari, otros de los padecimientos de Bombal fue ser una mujer libre en una época donde a las señoras sólo les quedaba la sumisión entre las cuatro paredes de inmensos caserones. “Ella tomó la vida con la intensidad que creyó que merecía ser vivida. Más que adelantada de época, fue una mujer sin época. Espero que la gente la lea después de conocer el corazón y la piel de la escritora”, comenta el director.

Contraria a la pasividad femenina de la época, logró retratar en cada uno de sus personajes la incomprensión y existencia rutinaria a la que podía estar condenada una mujer. “Inconscientemente él se apartaba de ella para dormir, y ella inconscientemente, durante la noche entera, perseguía el hombro de su marido, buscaba su aliento, trataba de vivir bajo su aliento…”, dice su personaje Brígida de El árbol.

Paula del Fierro y Ana María del Río, guionista y escritora, madre e hija respectivamente, fueron las encargadas de darle la voz a los años más intensos de Bombal. En seis meses, ambas aportaron las anécdotas y la psicología una mujer deslumbrante, pero presa de sus manías. “Para ella, matar a Eulogio hubiese sido perfecto, en un momento confiesa que no quiere salir de la cárcel, porque para ella fue terrible que Sánchez viviera. Quisimos tomar el momento que marcó su vida, cuando el personaje cambió, de ahí en adelante María Luisa se fue apagando”, dice del Fierro.

Ana María del Río, que obtuvo el premio María Luisa Bombal por su novela Óxido de Carmen, se fue interesando de a poco en este personaje que había admirado desde su juventud. Sabe que el conocimiento de la escritora en Chile es escaso y se limita a la lectura obligatoria del libro La última niebla en la materia Lenguaje y Comunicación. Recalca que Bombal fue la precursora del modo ‘indirecto libre’ en Latinoamérica, prosa que además destaca por su elegancia y precisión. “Borges la respetaba por eso, fue una pionera en la narrativa latinoamericana. Su figura es centrífuga, uno va interesándose cada vez más en su vida y fue fácil escribir sobre una persona que tuvo ideas fijas”, comenta.

Bombal en Argentina

Para muchos, la escritora fue una mujer singular, libre en una élite reprimida, erótica para otros puritanos, que además no fue profeta en su propia tierra, al igual que otras tantas historias que se le parecen. Mientras estuvo en Argentina, Pablo Neruda fue su mejor amigo y le dio el impulso que necesitaba. La apodó “la abeja de fuego”, para describir la vehemencia esa chica menuda con flequillo, que siempre le pareció melancólica.

Conoció a Federico García Lorca, Oliverio Girondo, “Georgie” (Jorge Luis Borges) entre otros. Fue en la cocina del departamento de Avenida Corrientes de Neruda donde trazó La última Niebla, sin ser conciente de su valor. “Me creía universalmente insuficiente porque Eulogio no me quiso”, repetía. Tenía 24 años, su primera novela y los críticos a sus pies. Parecía no importarle.

Persevera y escribe La amortajada, logró el éxito y una nueva relación con Carlos Magnini, un médico mayor de 62 años, pero aún la asaltan los recuerdos de Eulogio y decide viajar a Chile. Por el periódico ve la fotografía de Sánchez y a su nueva esposa. Llama a Magnini, pero él, en vez de regalarle palabras cariñosas, le dice al teléfono que se casó hace dos semanas con una mujer de 22 años. Cuelga el teléfono.

Eulogio y el doctor se hacen un sólo hombre en su cabeza. Vuelven los pensamientos insistentes y se aprende y repasa la ruta de Sánchez por el centro de Santiago. El hotel Crillón le parece el escenario perfecto, pierde la cuenta de las copas, lo sigue, la gente no existe, estaba posesa. Levantó el arma e intentando matar la mala fortuna. “¡Eulogio!, lo llamó por última vez, y se oyeron las balas, los gritos, y su confesión. “Soy la única culpable”.

El ocaso

“Hay una deuda con ella como existe con otros artistas nacionales, los premios le fueron esquivos porque existió un grupo en la élite, los conservadores de siempre que la hicieron a un lado, y cuando las cosas no son como esperan, se lanzan con rabia. Por otra parte el alcohol acabó con ella y terminó su vida relativamente abandonada, luego que en Chile le dieran la espalda”, afirma Ferrari, para describir los últimos días de la escritora donde todo se volvió difuso.

El final del camino comenzó en Estados Unidos donde otra vez su vida quedó envuelta en la bruma. Escribió guiones, se casó, tuvo una hija, fue madre ausente, todo como una especie de zombie, siempre abstraída. ¿Qué habrá pensado cuando Sánchez murió en un accidente aéreo en 1956? Sus ojos y esa veta triste fueron el preludio de su decadencia. De vuelta en Chile su salud se fue debilitando. En 1980 la internaron en el Hospital Salvador de Santiago, dejó de existir la madrugada del seis de mayo, producto de un coma hepático. “Todos los muertos que queremos están vivos”, declaró alguna vez, aunque murió sola, tal y como temía.

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