La Pivellina. Roma, ciudad abierta

lapivellina2Con los instrumentos del neorrealismo, dos cineastas provenientes del documental, nos descubren una bella fábula sobre la infancia y la adopción.

El neorrealismo italiano, tras la segunda guerra mundial, hizo de la vida cotidiana de la gente corriente, la matriz de su escritura cinematográfica. En esta tradición, “La Pivellina”, una obra de ficción realizada a cuatro manos por dos autores que provienen del documental, mezcla felizmente, guión y realidad documental, apoyado en asombrosos actores no profesionales.

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Patty, una mujer madura, vive en una caravana en las afueras de Roma con Walter y Tairo, un adolescente. Artistas de circo precarios, hacen representaciones delante de un público escaso y se esfuerzan en encontrar trabajos. Buscando a su perro, Ulises, Patty encuentra a Asia, una chiquilla desconsolada de dos años, abandonada temporalmente por su madre. En vez de llamar a la policía, decide acogerla, esperando el regreso anunciado pero aleatorio de su progenitora.

Ciertamente, Tizza Covi y Rainer Frimmel nos descubren otro rostro de la capital italiana, muy lejos de las imágenes turísticas del Coliseo, de la magnificencia de la capilla Sixtina o de la agitación permanente de la Fontana de Trevi. Aquí, el sol ha abandonado la pantalla para dejar a los tonos grises en completa libertad. Salvo por el cabello pelirrojo de la heroína, casi se podría creer en un filme en blanco y negro. Y sin embargo, “La Pivellina” propone una mirada incandescente sobre la infancia, donde el humor asoma por momentos. Sin cursilería, ni efectos de estilo, este largometraje descubre una Italia humanista, generosa y auténtica. Como quien no quiere la cosa, esta Roma, ciudad abierta y solidaria, aparece también bella como aquella adonde llevan todos los caminos.

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