La lucha por la libertad y la emancipación es una epopeya individual y colectiva, pero también una permanente interpelación crítica al pasado y al presente y una impostergable búsqueda ética de la verdad y la transformación social.
Escrito por Hugo Acevedo
Aunque resulte redundante, suele afirmarse que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Esta reflexión, que conserva plena vigencia contemporánea, no refiere obviamente a meras limitaciones o disfuncionalidades sensoriales. El concepto es particularmente aplicable a los conservadores ortodoxos que, en el paroxismo de la exacerbación, no advierten la inexorable caducidad de sus teorías e ideas.
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La premisa constituye una herramienta de análisis de los sistemas políticos, religiosos y hasta económicos, sometidos a los mutables avatares de la dinámica de la historia.
El cine, particularmente el europeo, ha indagado reiteradamente en esas cuestiones de naturaleza eminentemente filosófica, que atañen directamente a la condición humana.
En “Rojo como el cielo”, el realizador italiano Cristiano Bortone construye un filme intenso, poético y conmovedor, que apunta directamente al corazón del espectador.
Aunque la trama argumental tiene una fuerte densidad dramática, el cineasta desestima toda banalización e intención sensiblera, tan habitual en la gran industria cinematográfica.
La película, que está ambientada en 1970, narra la historia real de Mirco Mencacci que hoy es uno de los más famosos editores de sonido de la industria italiana quien de niño sufrió un grave accidente que lo privó del sentido de la vista.
La primera parte del relato transcurre en una pequeña villa de Toscana, donde el pequeño que es un amante del cine vive junto a sus padres. La familia comparte una existencia de trabajo y sacrificio, que impide, por ejemplo, comprar el aparato de televisión con el que tanto sueña Mirco.
La dramática situación derivada del accidente modifica radicalmente la peripecia existencial del niño, quien debe ser internado en un colegio religioso especial de Génova, que es dirigido por un invidente.
En esas circunstancias, al trauma provocado por la pérdida de la vista se suma la dolorosa separación de los progenitores y la trabajosa inserción en un medio extraño. Aunque todos los niños son ciegos, el recién ingresado inicialmente sólo concita rechazos.
Sin embargo, el triunfo de la perseverancia le permite al rebelde Mirco, que sólo tiene diez años, emerger de ese infierno de sombras y colores difusos que se van desvaneciendo a medida que evoluciona su patología visual.
Orientado por un maestro sacerdote que profesa una pedagogía profundamente humanista, el protagonista comienza a conocer y profundizar el uso de sus restantes sentidos.
Con el auxilio de un grabador y de una niña vidente que se transforma en su inseparable amiga, registra las voces de la naturaleza y construye fascinantes historias fantásticas que otorgan rienda suelta a su prolífica imaginación.
La experiencia, que le permite a Mirco romper con las asfixiantes fronteras de su aislamiento, se transforma en ejemplo para otros internos invidentes, que participan activamente en su aventura de emancipación personal.
Sin embargo, la intransigencia del director del instituto, que es un fanático religioso resentido por su propia ceguera, se transforma en un obstáculo para el proceso de maduración y liberación del protagonista.
En honor a la verdad histórica, el filme está ambientado en la turbulenta década del sesenta del siglo pasado, cuando la agitación obrera y estudiantil parecía avizorar un horizonte de cambio para el continente europeo, que jamás se concretó.
Cristiano Bortone, que es también el guionista, imprime a esta peripecia real toda la carga emotiva del drama de un niño enfrentado a una traumática peripecia de aislamiento e incomprensión.
El filme extrapola la lucha personal del protagonista a las grandes batallas sociales del momento, reflexionando críticamente sobre la represión religiosa y su habitual catecismo de miedo y resignación.
En “Rojo como el cielo”, Cristiano Bortone construye un sensible friso vivencial, que sobresale por su fina concepción estética, la adecuada administración de los apuntes dramáticos y un aleccionante mensaje de dimensión humanista.
Fuente: La Red 21 (Uruguay)