Cada cierto tiempo se vuelve en nuestro país a la discusión acerca de la calidad del cine de ficción que se realiza. Se observa la década del 60 como paradigma de la “única” escuela cinematográfica nacional que ha sentado bases sólidas y reconocibles, se cuestiona lo realizado en épocas posteriores y se alaba la cantidad de creaciones actuales, pero se discute la dispersión temática, propia de una época carente de referentes. Esta última mirada no es privativa, por cierto, del arte, pues en otras áreas de conocimiento, como la historiográfica, el debate acerca de la apertura investigativa sin anclaje alguno, forma parte de densas y amplias discusiones académicas, especialmente desde que la posmodernidad se convirtió en un lugar revisitado.
Sin embargo, pareciera que existe un tácito acuerdo respecto a que la creación de cine documental nacional de estos últimos años, ha escalado a lugares impensados. Una amplia gama de premios y reconocimientos en distintos festivales extranjeros, dan cuenta de esta situación. Se ha crecido en calidad, aún cuando el marco cronológico preferido y reiterado, sigue siendo el de los últimos 40 años.
Pero allí radica también la grandeza de un autor que junto con invitarnos, honestamente, a visualizar sus propias obsesiones temáticas, logra crear atmósferas y narrativas novedosas y persuasivas. Es lo que sucede con Patricio Guzmán. Sabemos de su opinión política, conocemos su interés por Salvador Allende, identificamos sus documentales de observación como un referente del género, pero logra sacar un nuevo truco cinematográfico del sombrero, para dejarnos estupefactos frente a la pantalla grande. Su creaciónNostalgia de la luz, logra dicha magia.
Esta obra es poética. Las imágenes, muchas de ellas de una belleza alucinante, encajan con el relato en off que hace el documentalista, adentrándonos en una historia que por vieja, es siempre nueva. Quiere explicarse el país en que vive, haciéndonos cómplices de temas centrales que esta sociedad de consumo no ha logrado despejar. ¿Qué puede tener en común la búsqueda telescópica que realizan astrónomos nacionales, con la búsqueda terrenal, en pleno desierto, de un grupo de mujeres que desea recuperar cuerpos de detenidos desaparecidos arrebatados por la Dictadura de Pinochet?, la imagen que muestra la corteza lunar y la composición ósea de restos humanos, entrega la respuesta.
Con agudas y emotivas entrevistas, como las que realiza al Premio Nacional de Historia (2002), el arqueólogo Lautaro Núñez, o a una mujer que busca los restos de su hermano desaparecido, el cineasta arma un puzzle que mezcla la voz autorizada, con la voz de la comunidad; el astrónomo especialista que puede nombrarnos galaxias continentes de polvo de estrella y el detenido en Chacabuco que puede evocar a sus amigos a partir del polvo de los muros.
Este es un trabajo visual acerca del pasado, especialmente si aceptamos la acepción astronómica que indica que el presente es prácticamente inexistente. Ese pasado es evocado tanto desde el silencio de una imagen de Atacama, como desde la voz del arquitecto que sólo recordando, arma lugares idos; tanto desde la imagen del espacio infinito que es origen permanente, como desde la voz del joven astrónomo que recupera parte del ayer en un país que no lo vio crecer. Hay un registro permanente del pasado en clave de memoria, porque como señala el propio Guzmán, la memoria posee “fuerza de gravedad”, pues “siempre atrae”.
Seleccionado oficialmente para Cannes 2010 y premiado en festivales tan diversos como Toronto, Biarritz o Bruselas, este interesante documental se reestrena por tercera semana en el Cine Arte Normandie, contando todos los días con un público cautivo. Los comentarios de la audiencia a la salida de la sala de proyección, son el mejor trofeo de hoy; las alabanzas de entendidos como Jacques Mandelbaum, son el mejor precedente de hace un año, para una película necesaria:
“…Patricio Guzmán ha necesitado 40 años de lucha paso a paso, de memoria viva y de sufrimiento íntimo, para finalizar esta obra de una serenidad cósmica, de una luminosa inteligencia, de una sensibilidad capaz de fundir las piedras. A tal nivel, que la película se transforma en algo más que una película. Un abrazo al género humano, un canto estelar para los muertos, una lección de vida. Silencio y respeto….”.
(Le Monde. 26 de octubre 2010).
Es una costumbre para mí no leer las reseñas y comentarios de las películas antes de verlas, esta la he leído después(y es buena)… no me arrepiento y lo seguiré haciendo. El tratamiento temático de «Nostalgia de la luz» me sorprendió y conmovió profundamente, no sólo por lo inesperado, sino también por su inteligencia, por la capacidad de vincular de Patricio Guzman. Me lo explico pensando que es un hombre que ha insistido y ha llegado a conocer y descubrir gracias a la porfía continua de profundizar, es por esto que trasciende y llega a hablar sobre la condición humana.
Sinceramente, Gracias!
Me gusto cuando la vi por primera vez, pero al verla nuevamente me parece mucho mejor, felicitaciones.